DANDO VOZ A LA ANSIEDAD
Hoy Naroa nos cuenta el impacto que ha tenido la ansiedad en su vida, queriendo dar visibilidad y queriendo normalizar situaciones que desafortunadamente afectan cada vez a más gente.
Hola, mi nombre es Naroa, tengo 24 años y me diagnosticaron Trastorno de Ansiedad Generalizada. La primera persona que me diagnostico ansiedad fue Maria y en el gabinete comencé este largo recorrido hacia la curación.
En marzo de 2021 comenzamos a trabajar juntas, pero la ansiedad me acompañaba desde antes. Los síntomas más significativos aparecieron en el verano del 2021. Al salir de trabajar solía coger el autobús y empecé a sentirme mareada. Ya dentro del autobús al estar rodeada de gente la sensación aumentaba y empeoraba, veía borroso, sentía ganas de vomitar, muchísimo calor, empezaba a sudar etc. Sentía que de un momento a otro me derrumbaría al perder el conocimiento. Poco a poco esta sensación se fue trasladando a mi entorno laboral, más tarde apareció también los fines de semana y al final cada vez que salía de casa todas estas sensaciones desagradables me atrapaban.
Poco a poco sentí que mi casa se convertía en mi único refugio o como María lo llamaría en mi zona de confort. Dejé de ir a hacer las compras por miedo a que esas sensaciones me atraparan y me mareara, después deje de asistir a aglomeraciones de gente, deje de estar con mis amigos y poco a poco hasta no poder ir sola a la calle. <En casa lloraba, no entendía que me estaba ocurriendo. El insomnio apareció y cada vez que me metía en la cama mi cabeza empezaba a pensar sin parar. Me sentía cansada, de mal humor y empecé a bajar de peso.
Decidí ir al médico. Me hicieron una analítica y todo salió bien. No me miraron nada más y me mandaron a casa, con la premisa de que si no me encontraba bien acudiera de nuevo al ambulatorio. Al salir, me sentí peor de lo que me sentía al entrar en la sala del médico. Pasé días llorando, los médicos me decían que no me pasaba nada, pero yo no me sentía bien. Un día una persona que al principio era mi vecina y con el tiempo se ha convertido en mi segunda madre, me nombró la palabra ansiedad, y entonces decidí acudir donde María.
He trabajado mucho con María. Ella me ha enseñado que muchas veces todo está en las amenazas irreales que nos creamos a nosotros mismos. Gracias a ella he podido ir recuperando mi vida. Hoy en día, todavía me queda camino por recorrer, pero puedo salir a la calle sola sin sentirme mal, salgo con mis amigos, puedo ir a hacer la compra etc. Hay días en los que se me hace más difícil, pues me siento cansada y siento que no avanzo lo suficiente. Entonces María me recuerda como empecé y como estoy ahora. Veo que he avanzado mucho y me siento muy orgullosa.
Quisiera mencionar que esto que escribo hoy, no sería posible hace un tiempo por miedo al que dirán. Al principio cuando me preguntaba la gente por que estaba de baja, no lo contaba. Pasé malos momentos, ya que la gente que nunca ha pasado por algo parecido le es difícil comprenderlo. Algunos se reían de mí, otros simplemente me decían que tenía que estar tranquila o que no tenía que estar triste. Fuero consejos que me hacían sentir mal, muy mal.
Hoy en día cuento tranquilamente que estoy de baja por un trastorno de ansiedad, no es algo de lo que me tenga que avergonzar, le puede pasar a cualquiera y el contarlo puede ayudar a mucha otra gente. Siento que tenemos que visibilizar y normalizar las enfermedades mentales.
Para terminar, me gustaría dar un consejo a todo aquel que pueda sentirse como yo me sentía hace meses, y es que pida ayuda cuanto antes. Nunca es tarde para pedir ayuda, pero si lo haces antes, el camino será más corto.
Y para dar un espacio de luz a este relato, me gustaría contaros que la ansiedad no solo me ha dado sufrimiento, sino que gracias a este proceso he aprendido a escucharme, a estar sola, a afianzar la relación con mi pareja, a ver quienes son de verdad mis amigos, a conocer a mi segunda madre y a aprender con María. ¡Muchas gracias a todos los que formáis parte de mi camino!