EL PAÍS QUE BUSCA LA MÁXIMA FELICIDAD

Hace 35 años, el rey de Bután, Jigme Singye Wangatiuak  decidió que era más importante la FNB que el PIB. Éste propuso la Felicidad Nacional Bruta, como respuesta a las críticas de la constante pobreza económica de su país. El rey decía que la riqueza no debía de medirse en dinero, sino por la felicidad de sus habitantes.

Desde aquel día la filosofía de la FNB ha guiado la política del país y su modelo de desarrollo. La idea es que el modo de medir el progreso no debe basarse estrictamente en el flujo de dinero.

Para ello, se creó una Comisión Nacional de la Felicidad. Este ministerio se ocupa del cuestionario de felicidad que cumplimentan cada 2 años y que abarca las siguientes dimensiones; bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, cultura, salud, educación, diversidad medioambiental, nivel de vida y gobierno. De este cuestionario se saca un índice de cuanto de feliz es la gente y a partir de ahí se realizan políticas para subir el índice de felicidad de ahí al año siguiente.

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Mientras que los modelos económicos convencionales observan el crecimiento económico como objeto principal, el concepto FNB se basa en la premisa de que el verdadero desarrollo de la sociedad humana se encuentra en la complementación y refuerzo mutuo del desarrollo material y espiritual.

El verdadero desarrollo de una sociedad tiene lugar cuando los avances en lo material y en lo espiritual se complementan y se refuerzan el uno al otro. El retraso en la modernización ha permitido a Bután, aprender de los errores de otros países vecinos en vías de desarrollo que se han centrado exclusivamente en el progreso económico.

En el mapamundi de la felicidad, una investigación de la Universidad de Leicester (Reino Unido) Bután resultó ser el octavo país más feliz de los 178 estudiados y era el único entre los 10 primeros con un PIB per cápita muy bajo (seis veces menor que el español).

Quizá deberíamos replantearnos nosotros también si el PIB es suficiente para medir el bienestar de nuestra sociedad, y empezar a ser más consciente de las cosas esenciales de la vida. Quizás aspirar a una comisión nacional de la felicidad en España sea apuntar demasiado alto, pero ¿y si cada uno reflexionamos sobre nuestro índice de felicidad según los valores que aplica Bután? ¿Y si empezáramos cada uno por sí mismo a reflexionar?

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